Aprender a Debatir

Hablar en público. Introducción

La llamada praxis oratoria es de gran importancia, ya que una mala pronunciación o una actuación inadecuada pueden estropear la transmisión de un mensaje. Concierne tanto al lenguaje corporal como a todos los matices que pueden extraerse de la voz. Por eso, en este apartado vamos a desarrollar el trabajo relacionado con la técnica vocal, los gestos, la actitud corporal, etc.

En la puesta en escena de todo comunicador se distingue entre una vertiente visual y otra acústica. Una buena pronunciación exige del dominio de la ars recte dicendi. El debatiente debe conocer las reglas de la correcta pronunciación ya que si esta se lleva a cabo de forma incorrecta hace que cualquier argumento pierda fuerza, desvirtuando la persuasión. Dentro de esta vertiente acústica, además de la correcta articulación de los sonidos, son muy importantes las modulaciones intencionadas de la voz con fines expresivos: modificar la velocidad, hacer pequeñas pausas, cambiar y combinar el tono y el volumen, ajustar la entonación al sentido de la frase (enunciativa, interrogativa, exclamativa…) y variar el ritmo de articulación. Todos estos elementos van a permitir distinguir una voz en tono moderado y conversacional, de una voz ardorosa y apasionada, siendo la adecuada combinación entre ambas, la que dotará a nuestro discurso de una mayor eficacia persuasiva. Es fundamental para este dominio de la voz el control de la técnica de respiración, impostación y emisión vocal.

En la vertiente visual trabajaremos todas las cuestiones relativas a la comunicación no verbal: el lenguaje de los gestos, la posición corporal, distracciones que debemos evitar y el temido miedo escénico.

Cuestiones relativas al uso expresivo de las cualidades de la voz

Consejos prácticos

  • Utilizar una velocidad media en el habla de aproximadamente 140 palabras por minuto.
  • Debemos enfatizar el inicio y el final de nuestra intervención dándole un ritmo más lento y cuidando en extremo la dicción; son éstos los momentos en los que tenemos que dejar bien asentado nuestro posicionamiento respecto a la tesis que defendemos.  Tendremos que utilizar, por lo tanto, una voz muy expresiva. Para lograrlo se deben variar de forma continuada los parámetros de  altura e intensidad, buscando la huida de un tono monótono que acabe con nuestras expectativas de transmitir seguridad, determinación y confianza en la defensa de nuestro posicionamiento. Es importante lo que se dice, pero también, cómo se dice.
  • En las partes centrales de nuestra intervención, centraremos la atención en el ritmo del discurso, que debe aumentar, ayudando así a crear expectación, dejando en el público la sensación de que dominamos muy bien el tema, ya que tenemos muchas cosas que decir.
  • En todo debate, es necesario encontrar el grado óptimo de intensidad para que, sin gritar, la proyección de la voz se adecue a las dimensiones de la sala en la que éste se realiza. Son muchas las ocasiones en las que, tanto el público como los miembros del jurado, tienen serias dificultades para escuchar con claridad al orador. Volvemos a recordar en este punto la importancia del apoyo diafragmático en la respiración para la correcta proyección de la voz.
  • Los cambios en la intensidad son fundamentales para subrayar y acentuar las partes o palabras de mayor interés. Poner énfasis en lo relevante, es decir, en aquellos  puntos que se quieren resaltar. Hablar utilizando un tono apagado da sensación de inseguridad o indecisión.
  • Los cambios en el tono repercuten en la entonación, pero será la combinación de ambos parámetros los que proporcionen a la frase el sentido exacto de lo que queremos transmitir. Por ejemplo, si queremos cuestionar uno de los argumentos del equipo contrario mediante la realización de una pregunta, ésta deberá hacerse combinando un tono agudo, intensidad fuerte y ritmo rápido. Puedes probar con el siguiente ejemplo: ¿Dicen ustedes que la televisión no manipula la información?

Cuidar la manera de hablar

  • Articular de forma adecuada todos los fonemas que componen el discurso pero, a la vez, cuidando los excesos; la dicción no debe parecer artificial.
  • Practicar mucho antes de un debate. No hay que dar la sensación de que el contenido del debate lo llevamos memorizado. Debemos transmitir que hablamos porque conocemos muy bien el tema, de forma muy natural; para conseguir este estilo hay que llevar una gran preparación previa respecto a la forma de hablar y exponer. Un buen consejo puede ser grabarse a sí mismo o utilizar a distintos miembros de la familia o amigos para que nos escuchen los días previos al debate.
  • Evitar comerse sílabas, repetir sonidos, titubear, la voz nasal… todos estos elementos interfieren  negativamente en el oyente contribuyendo al fracaso del orador.
  • Las muletillas, expresiones que se repiten continuamente y de forma innecesaria, interrumpen la continuidad del mensaje y no aportan ningún significado. Son expresiones del tipo “bueno”, “humm”, “a ver”, “me gustaría que”, etc. El uso de las mismas transmiten nerviosismo en el emisor e inseguridad, además de cansar al oyente. Para corregir este defecto es conveniente emplear frases cortas y llevar bien preparada la intervención para sentir seguridad, evitando las situaciones de elevado nerviosismo, ya que, es en estos casos, cuando más se utilizan.
  • Prestar especial atención a las pausas:

1. La introducción de pausas, por parte del orador, es un signo de confianza y dominio de la situación. Transmiten fiabilidad y seguridad.

2. Durante las pausas no se debe dejar de mirar al público o, en el caso del debate, a los miembros del equipo contrario.

3. Las pausas también sirven para enfatizar. Por ejemplo:

a. Hacer una pausa justo antes de uno de los principales argumentos sirve para aumentar la fuerza del mismo ya que aumenta el interés del oyente.

b. Las pausas que siguen a un argumento clave también aportan fuerza al mismo, funcionando a modo de conclusión y llevando al oyente a reflexionar sobre lo escuchado.

c. Plantear frases interrogativas a las que sigue una pausa crean también expectativa.

4. Las pausas son en el lenguaje oral el equivalente a los signos de puntuación. De ahí que se vayan a utilizar también como estructuradoras del discurso permitiendo la diferenciación de los distintos enunciados.

  • El acento. El acento, ya sea regional o étnico, viene condicionado por la procedencia del orador. En realidad sólo supone un problema cuando es tan cerrado que impide la comprensión del mensaje. En estos casos, debe el orador trabajar las cuestiones relativas a la correcta emisión y articulación de la voz.

 

Grupo Gorgias -2022-

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